Prof. Mariane Lutz, Escuela de Medicina, Universidad de Valparaíso – Coordinadora de la Línea Temática Alimentos y Nutrición en Personas Mayores del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable, CIES.
Agosto es el “mes del corazón”, y nos recuerda lo importante que es cuidar esta maravillosa máquina que nos mantiene funcionando durante toda la vida, entregando, a través de la sangre, el oxígeno y los nutrientes al resto del organismo.
El corazón forma parte del sistema cardiovascular, al cual se hace referencia en relación con las enfermedades que le involucran, que aumentan y se complican con el envejecimiento. Las enfermedades cardiovasculares (ECV) constituyen la primera causa de muerte a nivel global, principalmente por cardiopatía isquémica (como infarto al miocardio y accidente cerebrovascular), por lo que es necesario conocer algunas formas de protegernos de su desarrollo.
Podemos proteger el corazón mediante no fumar, hacer ejercicio, reducir el estrés, y haciéndonos responsables de mantener un patrón alimentario saludable. Esto es muy importante en las personas mayores, debido a que se combina la presencia de distintas enfermedades (multi-morbilidad) y tratamientos farmacológicos, junto con el deterioro de algunas funciones fisiológicas como la pérdida de masa muscular y fuerza, la capacidad inmune, entre otras.
El patrón alimentario saludable aporta la energía y todos los nutrientes y no nutrientes de acuerdo a lo que el cuerpo necesita, y existe mucha evidencia científica que prueba sus efectos beneficiosos en la salud y bienestar de las personas a medida que envejecen. En primer lugar, destaca un consumo importante de productos de origen vegetal: verduras, hortalizas, leguminosas, frutas, frutos secos, cereales (no refinados, como el pan integral), hongos, quínoa, todos los cuales ejercen acciones antioxidantes y antiinflamatorias importantes. Además, los productos del mar (pescados, mariscos, algas), lácteos (leche semidescremada, yogur sin azúcar, quesillo), huevos, carne de ave (pollo, pavo) aportan componentes específicos que mejoran el funcionamiento cardio-metabólico.
El patrón incluye muchos productos frescos o mínimamente procesados (congelados, deshidratados, cocidos en agua o al vapor – como las latas o cajitas en que vienen listos), y la bebida principal debe ser el agua, pura o con trozos de frutas o verduras para saborizarla.
El patrón alimentario saludable NO incluye carnes rojas (solo ocasionalmente, sin grasa), embutidos o cecinas de todo tipo (ojalá eliminarlas), harinas blancas o refinadas (pan blanco, productos horneados: galletas, queques, solo ocasionalmente), alimentos azucarados (dulces, pasteles, manjar, helados, entre otros), bebidas dulces, alcohol. Asimismo, es desaconsejable consumir en forma frecuente arroz blanco, fideos y papas, ya que todos ellos, como el pan blanco, generan un aumento de la glicemia que afecta el funcionamiento del corazón.
En suma, el patrón alimentario condiciona en gran medida la forma como envejecemos y el estado del sistema cardiovascular. Para un corazón fuerte y saludable, que asegure una buena nutrición, se requiere tomar conciencia acerca de los alimentos que consumimos, en cuanto a su calidad y acerca del acto mismo de comer: con tiempo, con calma, sin distracciones, con disfrute.