Autores columna de opinión: Pedro Villasana & Violeta Contreras, integrantes del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable de las universidades públicas y académicos de la U. de Los Lagos.
Hoy, en la mayor parte del mundo, por no decir en todo, cuando una persona mayor escucha que se conmemora el Día Mundial de la Salud, ¿En qué piensa?… en un pastillero cargado de obligaciones, en controles ineludibles, en salas de espera o en hacer filas de madrugada, en dolor y achaques que nos recuerdan el desamparo y la soledad de ver la vida por el retrovisor, y con una pensión que no alcanza.
Las personas mayores, ¿Son las y los olvidados de la sociedad?, ¿Es posible la salud para este colectivo?, ¿De qué salud estamos hablando en este día de conmemoración?
La Organización Mundial de la Salud, desde su creación ha impulsado variados esfuerzos para que logremos la salud, y ése ha sido el discurso predominante para sustentar en 1978 las bases de la Atención Primaria de Salud (APS), centrado en dar respuesta a “la grave desigualdad existente en el estado de salud de la población, especialmente entre los países en desarrollo y los desarrollados, así como dentro de cada país, que es política, social y económicamente inaceptable y, por tanto, motivo de preocupación común para todos los países” (…), tarea pendiente, cuyo compromiso se renueva en la Carta de Ottawa que declara en 1986 que “los pre-requisitos para la salud son la paz, educación, vivienda, alimentación, la renta, un ecosistema estable, la justicia social y la equidad”… Sin embargo, hoy, cuando la OMS nos propone el discurso de la Cobertura Sanitaria Universal (CSU), nos vemos obligados a preguntar:
¿La CSU dará respuesta a las desigualdades que denunciaba APS hace más de 40 años, o a los pre-requisitos enunciados en Ottawa hace más de treinta?
Tomando en cuenta que “La cobertura sanitaria universal está sólidamente fundamentada en la Constitución de la OMS de 1948, en la que se enuncia que la salud es un derecho humano fundamental y se adquiere el compromiso de garantizar los más altos niveles posibles de salud para todos” (OMS 2023). De cara a los resultados que padecemos, más que celebrar, debemos desafiar las brechas existentes y mirar al futuro, cambiando el enfoque basado en lo patológico, reivindicando así a la salud y la felicidad como derechos humanos irrenunciables y posibles. El compromiso es inherentemente político, tal como se plantea desde la promoción de la salud, pues requiere compromiso y cuestionamientos sobre nuestras prácticas y un llamado a la acción reiterativo y vigente desde el ámbito de acción en el que nos encontremos.