Columna de opinión: El buen trato a las personas mayores desde la diversidad

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Autor: Carlos Fernández Silva/ Integrante del Centro Interuniversitario de Envejecimiento Saludable y académico de la Universidad de Los Lagos.

Hablar de dignidad, invita a la reflexión acerca de cómo la garantizamos por medio de nuestras acciones y qué aspectos tenemos que visibilizar para evitar su menoscabo.  Se hace necesario reconocer las diferentes dimensiones de las personas mayores, lo que implica comprender los cambios físicos, psicológicos y sociales que les acontecen, además de aquellas actitudes y comportamientos que constituyen estigmas sociales que involucran el envejecimiento, también otros aspectos como la sexualidad y que se suman a las vivencias que pueden experimentar en forma negativa las personas mayores.

Y es precisamente en el contexto de los estigmas relacionados con la sexualidad, en junio se conmemoró el “mes del orgullo”, desde el que hace referencia al orgullo de  ser o pertenecer a las colectividades LGTBIQ+.  Sería válido preguntarnos entonces: ¿Es una temática que abordamos explícitamente con las personas mayores en el ámbito sanitario y de políticas públicas en general? Y, ¿de qué forma se relaciona este aspecto con su dignidad?

Respecto de la primera pregunta, una respuesta negativa indicaría omisión frente a la exploración de dichos aspectos durante el proceso de valoración, lo cual podría ser un factor que afecte una relación terapéutica de confianza, y por ende, una menor expresión de posibles riesgos que afecten la salud física y/o emocional de las personas mayores, ello si se tiene en cuenta la subordinación social histórica que  ha acompañado a los individuos que hacen parte de las disidencias sexogenéricas.

Ante la segunda pregunta, podría considerarse que la dignidad parte por el respeto hacia las personas, y es por ello, que al reconocer, visibilizar, e incorporar aspectos que son constitutivos de los seres humanos, y que hacen parte de su intimidad, tal como lo es la sexualidad y la forma de ejercerla y/o expresarla, volvemos tangible este concepto en las prácticas sanitarias cotidianas, haciendo de ellas, un espacio coherente, tanto con los principios del modelo de salud declarado a nivel país, como con el ejercicio profesional desde una perspectiva deontológica.

Es pertinente mencionar que se ha establecido socialmente la vejez como una vivencia asexuada, lo que conlleva a invisibilizar todas las temáticas que se le relacionan, y es por ello relevante mantener vigente su abordaje, lo que implica desde el contexto académico, reflejándolo en las acciones docentes, de vinculación con el medio y de investigación, lo que resulta coherente con el compromiso social que tenemos como miembros de  Universidades del Estado.

Como persona adulta que hace parte del colectivo disidente, y como académico, invito a todas/os quienes estamos en este rol, a la comunidad en general, y en particular a las personas mayores, para que fomentemos esta temática al interior de nuestras instituciones, de nuestros hogares, y entornos en general, para forjar la necesidad de políticas públicas que generen una real inclusión.